CARTUJO CON LICENCIA PROPIA

viernes, 31 de enero de 2014

PERLAS DE PAGOLA PARA EL FINDE - FE SENCILLA

Presentación del Señor (A) Lucas 2, 22-40
FE SENCILLA
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

ECLESALIA29/01/14.- El relato del nacimiento de Jesús es desconcertante. Según Lucas, Jesús nace en un pueblo en el que no hay sitio para acogerlo. Los pastores lo han tenido que buscar por todo Belén hasta que lo han encontrado en un lugar apartado, recostado en un pesebre, sin más testigos que sus padres. 
Al parecer, Lucas siente necesidad de construir un segundo relato en el que el niño sea rescatado del anonimato para ser presentado públicamente. ¿Qué lugar más apropiado que el Templo de Jerusalén para que Jesús sea acogido solemnemente como el Mesías enviado por Dios a su pueblo?
Pero, de nuevo, el relato de Lucas va a ser desconcertante. Cuando los padres se acercan al Templo con el niño, no salen a su encuentro los sumos sacerdotes ni los demás dirigentes religiosos. Dentro de unos años, ellos serán quienes lo entregarán para ser crucificado. Jesús no encuentra acogida en esa religión segura de sí misma y olvidada del sufrimiento de los pobres.
Tampoco vienen a recibirlo los maestros de la Ley que predican sus “tradiciones humanas” en los atrios de aquel Templo. Años más tarde, rechazarán a Jesús por curar enfermos rompiendo la ley del sábado. Jesús no encuentra acogida en doctrinas y tradiciones religiosas que no ayudan a vivir una vida más digna y más sana.
Quienes acogen a Jesús y lo reconocen como Enviado de Dios son dos ancianos de fe sencilla y corazón abierto que han vivido su larga vida esperando la salvación de Dios. Sus nombres parecen sugerir que son personajes simbólicos. El anciano se llama Simeón (“El Señor ha escuchado”), la anciana se llama Ana (“Regalo”). Ellos representan a tanta gente de fe sencilla que, en todos los pueblos de todas los tiempos, viven con su confianza puesta en Dios.
Los dos pertenecen a los ambientes más sanos de Israel. Son conocidos como el “Grupo de los Pobres de Yahvé”. Son gentes que no tienen nada, solo su fe en Dios. No piensan en su fortuna ni en su bienestar. Solo esperan de Dios la “consolación” que necesita su pueblo, la “liberación” que llevan buscando generación tras generación, la “luz” que ilumine las tinieblas en que viven los pueblos de la tierra. Ahora sienten que sus esperanzas se cumplen en Jesús.
Esta fe sencilla que espera de Dios la salvación definitiva es la fe de la mayoría. Una fe poco cultivada, que se concreta casi siempre en oraciones torpes y distraídas, que se formula en expresiones poco ortodoxas, que se despierta sobre todo en momentos difíciles de apuro. Una fe que Dios no tiene ningún problema en entender y acoger. 
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).



EL PENSAMIENTO SOCIAL CRISTIANO

Un pensamiento que quiere humanizar la sociedad

josé sols lucia
Foto_carnet_Jose_ Abril 2007El pensamiento social cristiano es la Cenicienta del pensamiento social contemporáneo. Se trata de un corpus sumamente interesante y al mismo tiempo casi completamente ignorado en los tratados de pensamiento económico, social o político.
Parece que la historia le haya querido pasar factura a la Iglesia católica ―probablemente con razón―por el hecho de que el cristianismo fuera religión oficial en todos los reinos de Occidente durante muchos siglos, demasiados; por ello, la Modernidad, iniciada en el siglo XVI y consolidada con la Ilustración, la Revolución Industrial y el desarrollo científico desde los siglos XVIII y XIX, ha tenido un progresivo nervio anticlerical.
Ahora bien, después de esta inevitable ley del péndulo, conviene que el pensamiento social cristiano vaya encontrando poco a poco su sitio natural en el pensamiento social contemporáneo, pudiendo presentarse como lo que es: una reflexión interesante, humanista, crítica, acerca de lo social, lo económico y lo político inspirada en la fe en el Dios Padre de Jesús, del mismo modo que otras corrientes de pensamiento se inspiran en otras fes, religiosas o no, explícitas o implícitas.
No olvidemos que no hay ningún corpus en todo el siglo pasado que haya abordado con tanta valentía y al mismo tiempo la crítica del capitalismo, la crítica del socialismo, la crítica de dictaduras y totalitarismos, la crítica de la guerra, la crítica de la sociedad de consumo, la crítica de la desigualdad social Norte-Sur y la crítica del progreso tecnocientífico sin brújula antropológica. Ahí es nada.
Paradójicamente, a pesar de su forzado exilio intelectual, la aportación del pensamiento social cristiano, y en particular de la doctrina social de la Iglesia ―que recoge documentos de carácter oficial redactados por papas, concilios, sínodos de obispos o conferencias episcopales―, ha sido en algunos momentos muy importante. Pondré dos ejemplos. En primer lugar, la Economía Social de Mercado―y su réplica sociopolítica, el Estado del Bienestar― tiene su origen en la lectura que de las encíclicas Rerum novarum (León XIII, 1891) y Quadragesimo anno (Pío XI, 1931) hicieron un grupo de economistas y teólogos alemanes, en concreto los jesuitas Oswald von Nell-Breuning y Gustav Gundlach, y el dominico Arthur Fridolin Utz, con el fascinante precedente del economista británico John M.
Keynes, y su política económica para sacar a los Estados Unidos de la crisis de los años treinta en tiempos del presidente Franklin D. Roosevelt. Y en segundo lugar, el papa Juan XXIII desempeñó un papel clave durante los trece días que duró la crisis de los misiles de Cuba, en octubre de 1962, fruto de lo cual se decidió a redactar su encíclica Pacem in terris (1963), publicada poco antes de morir, donde habla de la necesidad de que haya una Autoridad Mundial, democrática, que gobierne lo que hoy, en pleno siglo XXI, denominamos globalización.
En julio de 2012, fui invitado a impartir un curso de pensamiento social cristiano a líderes de comunidades hispanas del Oeste de los Estados Unidos, en el Instituto Hispano de la Jesuit School of Theology of Santa Clara University, en Berkeley, California. El curso tuvo lugar en cinco sesiones, que son el origen de este libro, Cinco lecciones de pensamiento social cristiano, cuyo título es un guiño a aquella pequeña gran obra del filósofo Xavier Zubiri, Cinco lecciones de filosofía, padre intelectual de Ignacio Ellacuría, de quien me siento discípulo (véase mi libro La teología histórica de Ignacio Ellacuría, de 1999), o sea, de algún modo, mi abuelo intelectual.
En este libro abordo cinco temas que me parecen de enorme interés: 1) La construcción personalista de lo social;  2) la antropología cristiana como fundamento primero de los derechos humanos; 3) el destino universal de los bienes como marco del derecho de propiedad;  4) de la antinomia Capitalismo/Socialismo a la Economía Social de Mercado; y 5) de la violencia estructural a la paz justa a través de la reconciliación política. Espero que estos estudios ―que tienen un marcado estilo pedagógico por el hecho de haber nacido en un curso dirigido a no especialistas―sean el inicio de interesantes diálogos con futuros lectores. Y espero también complementar en los próximos años este curso con otras lecciones de igual interés, como, por ejemplo, los movimientos migratorios, el proyecto de gobernabilidad democrática global, los nacionalismos, la crisis del trabajo o la ética política.

fuente:
http://www.trotta.es/blog/index.php/2013/12/19/un-pensamiento-que-quiere-humanizar-la-sociedad/

miércoles, 15 de enero de 2014

PERLAS DE PAGOLA PARA EL FINDE - CON EL FUEGO DEL ESPÍRITU

2 Tiempo ordinario (A) Juan 1, 29-34
CON EL FUEGO DEL ESPÍRITU
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

ECLESALIA15/01/14.- Las primeras comunidades cristianas se preocuparon de diferenciar bien el bautismo de Juan que sumergía a las gentes en las aguas del Jordán y el bautismo de Jesús que comunicaba su Espíritu para limpiar, renovar y transformar el corazón de sus seguidores. Sin ese Espíritu de Jesús, la Iglesia se apaga y se extingue. 

Sólo el Espíritu de Jesús puede poner más verdad en el cristianismo actual. Solo su Espíritu nos puede conducir a recuperar nuestra verdadera identidad, abandonando caminos que nos desvían una y otra vez del Evangelio. Solo ese Espíritu nos puede dar luz y fuerza para emprender la renovación que necesita hoy la Iglesia.
El Papa Francisco sabe muy bien que el mayor obstáculo para poner en marcha una nueva etapa evangelizadora es la mediocridad espiritual. Lo dice de manera rotunda. Desea alentar con todas sus fuerzas una etapa “más ardiente, alegre, generosa, audaz, llena de amor hasta el fin, y de vida contagiosa”. Pero todo será insuficiente, “si no arde en los corazones el fuego del Espíritu”.
Por eso busca para la Iglesia de hoy “evangelizadores con Espíritu” que se abran sin miedo a su acción y encuentren en ese Espíritu Santo de Jesús “la fuerza para anunciar la verdad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente”.
La renovación que el Papa quiere impulsar en el cristianismo actual no es posible “cuando la falta de una espiritualidad profunda se traduce en pesimismo, fatalismo y desconfianza”, o cuando nos lleva a pensar que “nada puede cambiar” y por tanto “es inútil esforzarse”, o cuando bajamos los brazos definitivamente, “dominados por un descontento crónico o por una acedia que seca el alma”.
Francisco nos advierte que “a veces perdemos el entusiasmo al olvidar que el Evangelio responde a las necesidades más profundas de las personas”. Sin embargo no es así. El Papa expresa con fuerza su convicción: “no es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar con él que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra... no es lo mismo tratar de construir el mundo con su Evangelio que hacerlo solo con la propia razón”.
Todo esto lo hemos de descubrir por experiencia personal en Jesús. De lo contrario, a quien no lo descubre, “pronto le falta fuerza y pasión; y una persona que no está convencida, entusiasmada, segura, enamorada, no convence a nadie”. ¿No estará aquí uno de los principales obstáculos para impulsar la renovación querida por el Papa Francisco? 

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

lunes, 13 de enero de 2014

DIOS NO CASTIGA A NADIE - JOSÉ MARÍA CASTILLO, TEÓLOGO

Desde hace unos días, se comenta (entre indignación y escándalo) lo que ha dicho recientemente el párroco de un pueblo de León, asegurando tranquilamente que el cáncer, que sufre un conocido político del PSOE, podría ser “un castigo de la Divina Providencia”, por causa de la condición homosexual del mencionado político. 

Más allá del disparate, que entraña semejante afirmación, la injustificada (y nunca demostrable) opinión de este sacerdote nos lleva derechamente a afrontar una pregunta de ésas que tocan fondo en asuntos de religión. La pregunta es ésta: ¿Dios puede ser vengativo y castigador?Más concretamente: el Dios en el que creemos los cristianos, el Dios que se nos reveló en Jesús, ¿puede utilizar la venganza y el castigo contra aquellos a los que considera pecadores o indignos por el motivo que sea? No entro aquí en el juicio que pueda hacerDios de la homosexualidad. En cualquier caso, afirmar que la condición homosexual es una perversión que merece un castigo divino, que se traduce en los sufrimientos de un cáncer, representa un disparate tan monumental como indemostrable. ¿De dónde sabe ese cura que Dios castiga la homosexualidad con los padecimientos de un cáncer?
Pero no es esto lo más grave que ha dicho el mencionado clérigo de la diócesis de León. Lo peor de todo ha sido presentar a Dios como justiciero, vengativo y agente de castigos que nos estremecen de miedo. El Dios que nos enseña el Evangelio, ¿puede ser un Dios vengativo y castigador?
En los evangelios, el término “castigo” (“dikê”) ni se menciona. Y el verbo “castigar” o “vengar” (“ekdikéô”) sólo aparece en la parábola de la viuda que pide justicia (Lc 18, 3 ss). Es verdad que, en los escritos de Pablo, se habla de la venganza de Dios (2 Tes 1, 8; Rom 12, 19 s; cf. Deut 32, 35. 43). Pero será bueno saber que, cuando Pablo habla de Dios, se refiere al Dios de Abrahán y a las promesas hechas a Abrahán (Gal 3, 16-21; Rom 4, 2-20) (U. Schnelle, Paulus. Leben und Denken, Berlin 2003, 56). Y sobre todo es fundamental recordar que el Dios, al que se refiere Jesús, es el Padre bueno que no hace distinción entre buenos y malos, entre justos e injustos (Mt 5, 43-48). Es, además, el Padre que acoge al perdido y al extraviado, sin reprenderle ni pedirle explicaciones, haciéndole fiesta en el colmo de su alegría (Lc 15, 11-32). Pero, sobre todo, cuando los cristianos hablamos de Dios, jamás deberíamos olvidar que la definición que se nos da de ese Dios se reduce a que “es amor” (1 Jn 4, 8. 16). Ahora bien, si Dios se define esencialmente por el amor a los demás, sean quienes sean y vivan como vivan, eso quiere decir que Dios no sabe, ni quiere, ni puede hacer otra cosa que no sea amar y hacer felices a los seres humanos, como bien ha hecho notar el prof. A. Torres Queiruga.
Por eso, deberíamos distinguir cuidadosamente que no es lo mismo castigar que corregir. El castigo es “un fin en sí”; y no tiene, ni puede tener, otra finalidad que hacer sufrir. Es lo más opuesto a cualquier forma de bondad y amor. La corrección es “un medio” (doloroso o desagradable) para obtener un fin posterior, que siempre es positivo y gozoso. Por eso, los padres corrigen a sus hijos, los maestros a sus alumnos. Jesús no castigó a los fariseos cuando les dijo que eran “hipócritas”. Como tampoco castigó a Pedro cuando lo calificó de “¡Satanás!” (Mt 16, 27 par). En éstos - y en tantos otros casos - Jesús no actuó como “castigador”, sino como “corrector” del que sólo pretende el bien y la dicha de aquellos a quienes corrige.
De ahí que podemos (y debemos) preguntarnos: ¿es compatible la existencia del infierno con la bondad y el amor que definen a Dios? Si el infierno, por definición, es eterno, eso quiere decir que el infierno no puede ser medio para nada ulterior. El infierno es lo último y definitivo. El Dios, que hace y mantiene el infierno, no puede ser sino un Dios castigador, un Dios que jamás podría ser definido como amor. Por lo demás, el Magisterio de la Iglesia no ha definido nunca, como dogma de fe, la existencia del infierno. Lo que la Iglesia ha dicho es quien muere en pecado mortal, se condena. Pero la misma Iglesia no ha dicho (ni puede decir) de nadie que una persona concreta haya muerto en pecado mortal. Digamos, pues, con más lógica y más humildad, que el lenguaje metafórico del fuego, las tinieblas exteriores y el rechinar de dientes no pasan de ser formas de expresión que nos dicen que Dios es justo y hace justicia. Pero, ¿cómo la hace? Eso, nadie lo sabe. Ni puede saberlo.
Aceptemos, pues, nuestra limitación en todo cuanto se refiere a nuestro conocimiento del “más allá”. Y, por supuesto, jamás utilicemos a Dios o a la eternidad para fomentar el miedo y el sometimiento de la gente a los intereses de poder y autoridad de los que usan y abusan los profesionales de la religión. Echando mano de semejantes intereses, lo único que se consigue es hacer más odiosa e insoportable la causa de Dios.

viernes, 10 de enero de 2014

CARTA DE FLOREN AL PAPA FRANCISCO

Carta al Papa Francisco
Santo padre Francisco, buenas tardes desde Estepa, un pequeño pueblo de Sevilla en la tierra Andaluza. 


Le escribo con alegría y le felicito el nuevo año, y le agradezco profundamente el germen esperanzador que significa en aquellos que somos cristianos; la revitalización del testimonio cristiano, la acogida, la tolerancia y el sentido de fraternidad que vemos en su persona, sus escritos y sus gestos.

Su tarea es enorme Santidad, respecto de actualizar y orientar la nave de la Iglesia, obcecada en ocasiones por ciertos temas que parecen ser la propia razón de ser de la Iglesia, aun cuando esta –como usted afirma-, no debe tener más rumbo que el evangelio de Jesucristo.

Hoy en España, se nos informa de que nuestros obispos se unen al llamamiento de Su Santidad, para estar cerca de los desfavorecidos y los inmigrantes. Y lo hacen por medio de una declaración muy interesante, que es acogida con mucho interés por la comunidad católica de España.

Cita la noticia: Alternativas "más dignas" a los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE), que no se penalice la asistencia humanitaria a los inmigrantes y no se les niegue el auxilio, y reclaman solidaridad en lugar de "vallas cortantes" pues "las solas medidas de control no dan resultados", en su mensaje con motivo de la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado.

Estas declaraciones de los obispos ayudan a estar en sintonía con Jesús de Nazaret, cuya apuesta se radicalizó fundamentalmente con los desfavorecidos y pobres, social y espiritualmente hablando. Créame Santidad, que somos muchos los hijos e hijas de la Iglesia los que declamábamos una postura eclesiásticamente contundente, respecto de temas tanto morales como políticos, que afectan con urgencia a la vida social y personal de muchos ciudadanos en España, y que se ven abocados al desastre por causa de la implacable crisis económica.

Somos muchos los que aun a pesar de los posibles naufragios, nos sentimos comunidad en la Iglesia de Jesús. Somos muchos los que hemos dado los mejores años de nuestra vida al servicio de la Iglesia en parroquias, catequesis, voluntariado y otras formas de evangelización. Y solo esperamos, que la Iglesia opte fundamentalmente por la HUMANIDAD con mayúsculas, sin preguntarle a la persona de donde viene o cual es su situación económica o su condición sexual.

Respecto de esta ultima consideración Santidad, déjeme decirle que con motivo de la fiesta de la Sagrada Familia, nuevamente hemos escuchado a obispos españoles manifestarse a favor de la familia “tradicional”, hiriendo a otras personas; que por ser familias homoparentales, no dejan de ser dignas personas porque fueron creadas dignamente por Dios. 
Tengo el orgullo de conocer un hogar en el que hay dos mamas y dos hijas, Santidad. En ese hogar, a las pequeñas se les habla de Jesús. Se les enseña que era una persona excepcional que ayudaba a todo el mundo, y que todos debemos parecernos a él, porque Jesús fue un hombre genial.

Sobran las palabras, Santidad. Fue un alivio el escucharle a usted, pidiendo que se deje de tratar con tanta insistencia estos temas, muchos de los cuales son un desafío para la Iglesia del siglo XXI. Hoy tristemente, alguien que de denomina sacerdote  y que ejerce su ministerio con el beneplácito de la C.E.E. (*1) ; afirma en un medio de comunicación que el cáncer que padece un político español y homosexual, “es un castigo de la divina providencia” (*2).

Esto destruye Santidad. Destruye el sentido de comunidad, las ganas de pertenecer, y falta a la dignidad y el respeto de personas, que por no considerarse cristianas no son merecedores de trato semejante.

Aun así, Santidad, esperamos en usted. Yo espero en usted y le muestro mi confianza y mi complacencia de que hará todo lo posible porque la Iglesia de Jesús, sea sensible a todas las realidades que afectan a las personas humanas.

Cuenta usted con mi apoyo, mi oración incondicional y mi consideración personal; aunque cariñosamente le diga apostillando: “aun a pesar de los posibles naufrágios en la fe”.

Desde Estepa en Sevilla, un cálido abrazo fraterno, Papa Francisco. Paz y bien.

Estepa a 10 de Enero de 2014. Laus Deo.

Fdo. Florencio Salvador Díaz Fernández. 

Notas:

miércoles, 8 de enero de 2014

PERLAS DE PAGOLA PARA EL FINDE - UNA NUEVA ETAPA

Bautismo del Señor (A) Mateo 3, 13-17
UNA NUEVA ETAPA
JOSÉ ANTONIO PAGOLA - SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA). ECLESALIA,

Antes de narrar su actividad profética, los evangelistas nos hablan de una experiencia que va a transformar radicalmente la vida de Jesús. Después de ser bautizado por Juan, Jesús se siente el Hijo querido de Dios, habitado plenamente por su Espíritu. Alentado por ese Espíritu, Jesús se pone en marcha para anunciar a todos, con su vida y su mensaje, la Buena Noticia de un Dios amigo y salvador del ser humano. 

No es extraño que, al invitarnos a vivir en los próximos años “una nueva etapa evangelizadora”, el Papa nos recuerde que la Iglesia necesita más que nunca “evangelizadores con Espíritu”. Sabe muy bien que solo el Espíritu de Jesús nos puede infundir fuerza para poner en marcha la conversión radical que necesita la Iglesia. ¿Por qué caminos?
Esta renovación de la Iglesia solo puede nacer de la novedad del Evangelio. El Papa quiere que la gente de hoy escuche el mismo mensaje que Jesús proclamaba por los caminos de Galilea, no otro diferente. Hemos de “volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio”. Solo de esta manera, “podremos romper esquemas aburridos en los que pretendemos encerrar a Jesucristo”.
El Papa está pensando en una renovación radical, “que no puede dejar las cosas como están; ya no sirve una simple administración”. Por eso, nos pide “abandonar el cómodo criterio pastoral del siempre se ha hecho así” e insiste una y otra vez: “Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades”.
Francisco busca una Iglesia en la que solo nos preocupe comunicar la Buena Noticia de Jesús al mundo actual. “Más que el temor a no equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: Dadles vosotros de comer”.
El Papa quiere que construyamos “una Iglesia con las puertas abiertas”, pues la alegría del Evangelio es para todos y no se debe excluir a nadie. ¡Qué alegría poder escuchar de sus labios una visión de Iglesia que recupera el Espíritu más genuino de Jesús rompiendo actitudes muy arraigadas durante siglos! “A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadotes. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa del Padre donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas”. 
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viernes, 3 de enero de 2014

PERLAS DE PAGOLA PARA EL FINDE - RECUPERAR LA FRESCURA DEL EVANGELIO

2 Domingo después de Navidad (A) Juan 1, 1-18
RECUPERAR LA FRESCURA DEL EVANGELIO
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, lagogalilea@hotmail.com
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

En el prólogo del evangelio de Juan se hacen dos afirmaciones básicas que nos obligan a revisar de manera radical nuestra manera de entender y de vivir la fe cristiana, después de veinte siglos de no pocas desviaciones, reduccionismos y enfoques poco fieles al Evangelio de Jesús. 

La primera afirmación es ésta: “La Palabra de Dios se ha hecho carne”. Dios no ha permanecido callado, encerrado para siempre en su misterio. Nos ha hablado. Pero no se nos ha revelado por medio de conceptos y doctrinas sublimes. Su Palabra se ha encarnado en la vida entrañable de Jesús para que la puedan entender y acoger hasta los más sencillos.
La segunda afirmación dice así: “A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer”. Los teólogos hablamos mucho de Dios, pero ninguno de nosotros lo ha visto. Los dirigentes religiosos y los predicadores hablamos de él con seguridad, pero ninguno de nosotros ha visto su rostro. Solo Jesús, el Hijo único del Padre, nos ha contado cómo es Dios, cómo nos quiere y cómo busca construir un mundo más humano para todos.
Esta dos afirmaciones están en el trasfondo del programa renovador del Papa Francisco. Por eso busca una Iglesia enraizada en el Evangelio de Jesús, sin enredarnos en doctrinas o costumbres “no directamente ligadas al núcleo del Evangelio”. Si no lo hacemos así, “no será el Evangelio lo que se anuncie, sino algunos acentos doctrinales o morales que proceden de determinadas opciones ideológicas”.
La actitud del Papa es clara. Solo en Jesús se nos ha revelado la misericordia de Dios. Por eso, hemos de volver a la fuerza transformadora del primer anuncio evangélico, sin eclipsar la Buena Noticia de Jesús y “sin obsesionarnos por una multitud de doctrinas que se intenta imponer a fuerza de insistencia”.
El Papa piensa en una Iglesia en la que el Evangelio pueda recuperar su fuerza de atracción, sin quedar obscurecida por otras formas de entender y vivir hoy la fe cristiana. Por eso, nos invita a “recuperar la frescura original del Evangelio” como lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y, al mismo tiempo, lo más necesario”, sin encerrar a Jesús “en nuestros esquemas aburridos”.
No nos podemos permitir en estos momentos vivir la fe sin impulsar en nuestras comunidades cristianas la conversión a Jesucristo y a su Evangelio a la que nos llama el Papa. Él mismo nos pide a todos “que apliquemos con generosidad y valentía sus orientaciones sin prohibiciones ni miedos”. 
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).